
El debate de la reducción de jornada laboral está en el ámbito político, pero está llamado a marcar el futuro del trabajo
Está allí porque no se ha planteado en conflictos laborales ni en movilizaciones sociales de los últimos años. Incluso las pruebas piloto impulsados han tenido tímidos resultados. Seguramente, porque la reducción del tiempo de trabajo es una constante en España, no es ni siquiera un tema que contraponga empresas y personas trabajadoras.
Condicionará nuestro trabajo, nuestra competitividad y la economía. También la capacidad de ser viables de algunos sectores y en especial las empresas de menor dimensión. Objetivamente, con mayor o menor intensidad en función de quien lo analiza, la reducción de jornada tendrá impacto en el PIB:
- en pérdida de puestos de trabajo
- oscilaciones en la productividad
- pérdida de poder adquisitivo de los salarios más bajos
Así lo explica la literatura ex-post que evalúa el impacto de medidas similares adoptadas en otros países, como por ejemplo en Francia en 1982 y 2000. En Bélgica, Italia, Portugal o Eslovenia produjeron reducción de jornada media, pero no crearon empleo, incrementando la probabilidad de perderlo.
La reducción de jornada conlleva el incremento de costes laborales unitarios
También la necesidad de cubrir vacantes por la menor fuerza del trabajo disponible, con algunos sectores donde ni siquiera existen los profesionales necesarios. Sin ser catastrofistas, pero siendo realistas, se hace difícil pensar que una reducción del tiempo de trabajo sin reducción del salario no tenga impacto a nivel agregado en nuestra economía, a no ser que pensemos que podemos hacer lo mismo en menos tiempo. Quizás sea posible, si lo planteamos conjuntamente de otra forma, y de eso va la cosa.
Ante una propuesta de trabajar menos y ganar más o lo mismo es imposible estar en desacuerdo
Cosa distinta es cómo se hace, quién lo paga, y cómo se resuelve el entuerto de seguir progresando en un país con los déficits estructurales. Tenemos “particularidades” que nos alejan del modelo eficiente de trabajo que tienen muchas de las economías con las que competimos.
Hemos progresado en derechos, con un incremento importante del salario mínimo, liderando la relación “decente” entre salario medio y salario mínimo, con más empleo indefinido, lejos de las desigualdades de las que veníamos. Pero a esa realidad de avance en derechos, no le han seguido mejoras de los “otros” déficits:
- alto absentismo e incidencia de bajas laborales
- desempleo desorbitado en términos de economía desarrollada
- dificultades en muchos sectores para cubrir vacantes y con perfiles adecuados además del estructural déficit en productividad
Contrastes que en su conjunto afloran una realidad. Somos poco eficaces, eficientes y muy poco efectivos, con efectos sobre nuestra economía, nuestras empresas y, por supuesto, las personas, que no ven reconfortados sus proyectos vitales y profesionales.
Pero hablemos de jornadas efectivamente trabajadas. España está por debajo de la media OCDE, de
- Estados Unidos
- Canadá
- Portugal
- Grecia, Suecia
- Islandia
- Italia
… y muy cerca de Japón.
Pero si, estamos por encima de Alemania, Dinamarca o Austria, países, por otro lado, con mucha más efectividad en su trabajo y una mayor dimensión empresarial mediana.
España es de los países que más ha reducido su jornada laboral efectiva de promedio semanal desde los años 70
Probablemente porque como en otras cosas, la fuerza de la negociación colectiva y el progreso mediante los consensos del diálogo social llegaron tarde a nuestro país. Pero ahora, la alta cobertura de los convenios colectivos sobre la población asalariada en España, de las más altas del mundo, se ha mostrado una herramienta útil también en esto.
El promedio semanal de horas efectivas de trabajo de asalariados en el sector privado se sitúa en 37,3 horas.
La jornada máxima legal en la UE es mayoritariamente de 40, excepto Alemania, que la ha situado en 48 y, sin embargo, su número de horas efectivas de trabajo es de 35,3 horas
Parece contradictorio, pero quizás no tanto. La fijación de una jornada máxima legal obligatoria no es el santo grial de la mejora del tiempo de trabajo, sino que lo es la fuerza de la negociación colectiva y los consensos en los diferentes sectores de actividad con posibilidades y oportunidades distintas para garantizar su productividad.
Porque el marco de derechos y obligaciones, de compromisos y compensaciones, subyace la capacidad de gestar el progreso compartido y del mínimo común denominador que lo equilibra todo. La lógica del acuerdo, el consenso, la transacción y la madurez de la democracia en el trabajo y del progreso compartido se ha impuesto donde el equilibrio entre tiempo de trabajo y productividad cuadran.
Nuestro reto, el de la eficiencia, sería el de cómo vamos hacia el destino del progreso sostenible y compartido por trabajadores o empresarios.
Y eso tiene que ver en cómo organizamos mejor el trabajo, cómo mejoramos el tiempo de trabajo, ese tiempo que comparten unas y otras, dónde deberíamos y podríamos trabajar mejor.
El debate de la reducción de jornada está en el ámbito político. En cambio, el de trabajar y vivir mejor está en el día a día de nuestro trabajo, latente en cada uno de nosotros
Sería razonable esperar de un país ordenado que este debate guiase el horizonte que puede traer consigo los cambios. Porque para poder trabajar y vivir mejor, debemos resolver todos nuestros déficits, nuestras paradojas, nuestras idiosincrasias.
No podemos ser daneses para unas cosas y no para otras
Organizar mejor el trabajo para un mejor tiempo de trabajo. Así lo han hecho los países donde han convertido efectividad y la negociación colectiva en sinónimo de trabajar mejor, no en las imposiciones. Detrás de ello está la supervivencia del mayor número de empresas y la felicidad de las personas, y ninguna de las dos se puede desligar de nuestro progreso como sociedad.
Nuestra oportunidad ahora está en saber hacer del tiempo, el tiempo de todos y todas, y si cabe, hacer una reducción de la jornada laboral en base a los consensos de los convenios colectivos que es donde la mayoría se encuentra, y a la europea, es decir, para trabajar y vivir mejor.