Tribuna

El verdadero problema para alcanzar el cero neto en carbono

Durante los últimos 12 meses, se ha vuelto a duplicar el número de empresas que se han comprometido a alcanzar el “cero neto” en carbono

Se calcula que una cuarta parte de las emisiones mundiales de CO2 y más de la mitad del PIB mundial ya forman parte de los compromisos Cero Neto. Sin embargo, la brecha entre la ambición de reducir las emisiones de CO2 a cero en las próximas décadas y la realidad es amplia. Todavía es difícil determinar cómo estos compromisos voluntarios conducirán a la consecución de los objetivos. En este sentido, sería deseable una mayor claridad.

Las emisiones de gases de efecto invernadero desempeñan un papel importante en el calentamiento global. Por eso, el sector privado lleva mucho tiempo tratando de reducir el CO2 en la atmósfera mediante programas de eficiencia energética e iniciativas similares. Sin embargo, la urgencia de la crisis climática eleva el listón de forma significativa. Debido al Acuerdo de París de 2015, cada vez más países articulan sus ambiciones en este sentido. Por ejemplo, seis países ya han incorporado a su legislación sus objetivos de neutralidad de carbono, cinco países han propuesto leyes a tal efecto, 14 han desarrollado directrices y otros muchos más están considerando actualmente la introducción de objetivos Cero Neto. La UE, por ejemplo, pretende ser el primer continente en alcanzar la neutralidad en carbono para el año 2050 a través del Acuerdo Verde Europeo (Green Deal).

Por eso, en el sector privado, la reducción de las emisiones de CO2 se ha convertido en un objetivo estratégico que va mucho más allá de los bienintencionados objetivos medioambientales del pasado. Hoy en día, la reducción de las emisiones de CO2 es ya una prioridad para muchas empresas y sus partes interesadas, incluidos los accionistas y los tenedores de bonos. Esto es clave, pues lo que está en juego es la próxima transformación de la economía hacia un crecimiento sin emisiones: los modelos de negocio se están quedando obsoletos, están surgiendo nuevas actividades empresariales, son necesarias adaptaciones y cada empresa debe dar a conocer su respuesta específica al cambio climático.

Sin embargo, debido a la naturaleza voluntaria de la mayoría de los compromisos Cero Neto, las empresas pueden declarar objetivos sin anclarlos concretamente en el plan de negocio. Por lo tanto, lo que se necesita urgentemente son metas que estén respaldadas por objetivos provisionales de reducción de CO2 con base científica. ¿Qué medidas empresariales se adoptarán en los próximos cinco años para acercarse de forma significativa al objetivo del Acuerdo de París? Un estudio reciente muestra que las empresas que se han fijado objetivos a corto y medio plazo están reduciendo las emisiones a un ritmo mucho mayor que la media.

No es de extrañar que se invite cada vez más a los bancos, las aseguradoras y los gestores de activos a gestionar activamente los riesgos y las oportunidades climáticas en sus carteras. Sin embargo, en la actualidad, una cartera bien diversificada sólo puede ser tan respetuosa con el clima como la media de las empresas que cotizan en el mercado. Por ello, el nuevo índice de referencia climático de la UE ha definido, por ejemplo, como requisito que la intensidad de CO2 de la cartera se reduzca un 7% cada año para ser compatible con los objetivos climáticos científicos. Por lo tanto, existe un problema de medición, además de un problema de incentivos.

Los inversores están preparados para desempeñar un papel fundamental en el cumplimiento de los objetivos de reducción de CO2 de las empresas que tienen en cartera. Esto se debe a que se necesitan métodos muy similares a los utilizados en el análisis financiero para que los inversores valoren métricas como el crecimiento de los beneficios, el flujo de caja y los ratios del balance. El reto para los inversores en este caso es integrar los datos ASG y la investigación climática en el proceso de inversión. Es un reto exigente y significativo. Armados con estos conocimientos, también podrá desarrollarse un diálogo constructivo entre las empresas y los inversores. El mayor uso de los derechos de voto en las juntas de accionistas debería proporcionar incentivos adicionales para este compromiso.

De cara al futuro, se espera que la mejora significativa de las normas de información facilite al sector financiero el establecimiento de ambiciosos objetivos de reducción de CO2 para las carteras de inversión. Esto aumenta la presión sobre las empresas en cartera para que adopten medidas concretas a corto y medio plazo y, en la competencia por el capital, ofrezcan las soluciones de transformación que se necesitan urgentemente para alcanzar el Cero Neto para 2050 ya en esta década.

Roland Rott, CFA, director de La Française Sustainable Investment Research y de ESG & Sustainable Investment Research, del Grupo La Française

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