Hambrunas y obesidad

Juan Royo Abenia

Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, se entiende por despilfarro el gasto excesivo y superfluo. También el destrozo de la ropa u otras cosas, por desidia o desaseo. Despilfarrar es consumir el caudal en gastos desarreglados, gastar profusamente en alguna ocasión. Los grandes despilfarradores de alimentos a partes iguales en España son los agricultores y los hogares. Los primeros se ven obligados a desprenderse de parte de su producto por excedentes de producción o imperfecciones en su aspecto. Los supermercados tan solo suponen el 5% del despilfarro total (contrariamente a lo que opina el sentir popular).

En las economías occidentales hemos llegado a un punto de no retorno. Nuestro desaforado consumo desequilibra los recursos naturales del planeta. 900 millones de seres humanos sufren hambre crónica en una parte del globo, al mismo tiempo que 1.500 millones son obesos, en la otra punta. El drama se amplifica cuando observamos los porcentajes de niños que se encuentran en esta situación. En países pobres y en países ricos.

El consumo de carne incide directamente en la esquilmación de recursos naturales: cereales que alimentan animales en vez de a seres humanos. La producción de carne también despilfarra grandes cantidades de agua y de energía. Por no hablar de los desperdicios que generan las granjas animales y sus problemas medioambientales. Los océanos tampoco son una solución. Según la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación) el 80% de especies marinas en el mundo están sobreexplotadas, sobrepescadas y agotadas.

No es una broma: la ONU insta a comer insectos para combatir el hambre en el mundo. Un informe de la FAO sostiene que muchas especies tienen tantas proteínas como la carne y que su producción es barata. De hecho, en la actualidad, los insectos forman parte de la dieta tradicional de 2.000 millones de personas, principalmente en África y Asia. El organismo internacional propone que los cocineros occidentales den ejemplo y los incluyan en los menús. Más allá de la anécdota, cambiar nuestra cultura alimenticia occidental pasa por racionalizar la dieta, equilibrando su composición y evitando el despilfarro.

Juan Royo, director de culturaRSC.com