Economía del Bien Común

Juan Royo Abenia

En el XX Congreso de la Asociación de Ética, Economía y Dirección, EBEN España, organizado este año en Valencia por la Fundación ÉTNOR se habló fundamentalmente de la ética en los negocios. Y también de economía civil. En un mundo cada vez menos bipolar aun persisten posiciones radicales entre el capitalismo salvaje (que no es capitalismo sino oligopolio, cuando no, privilegiado, tramposo y canalla) y el totalitarismo (el fascismo ha desaparecido y a duras penas pervive el comunismo).

En un mundo que ha hecho de la subvención y del clientelismo su bandera, la economía civil emerge entre el individualismo y el colectivismo de economía política. Un paradigma relacional que le proporciona un lugar propio, una especificidad en el conjunto de la ética económica y empresarial europea. Para Stefano Zamagni, la economía del bien común, se sustenta en el hecho de que en economía se puede y se debe hacer algo para humanizar. Zamagni apuesta por la flexibilidad en las relaciones laborales.

El nuevo empresario del siglo XXI es un virtuoso líder en el arte de tratar con personas por lo que necesita conocer los sentimientos y emociones de sus empleados, clientes y proveedores. No se puede dar la espalda a las emociones de sus grupos de interés y no preocuparse por su entorno. «Sólo un loco o un irresponsable puede decir a mí solo me interesa lo que pase en la empresa, no la vida familiar de la gente. Esto es inmoral», afirma Zamagi. Responsabilidad Social Corporativa en estado puro basada en armonizar vida familiar y vida laboral. Sin embargo, desgraciadamente en España, la mayoría de las empresas van contra las familias. El problema esta en que las empresas familiarmente responsables tampoco son premiadas por el mercado. Otro fallo más a parte de los más arriba reseñados.

¿Si las empresas individualmente hicieran las cosas bien, el sistema funcionaría? Si el mercado fuera perfecto, sí. Pero no lo es. El mercado necesita unas reglas del juego claras. Para evitar a los listos, a los tramposos y a los canallas. Hasta ahora estas reglas del juego las estaban poniendo los mismos que las jugaban, y ya hemos visto los resultados. Tenemos la necesidad de una nueva ley del mercado, y por esta razón el comportamiento individual no es suficiente. La economía y la empresa tienen que contribuir al bien común.

Juan Royo, director de culturaRSC.com